Este comportamiento de repulsión humana es una estrategia de supervivencia de los perros, heredada de los lobos.
Tras sentirse abrumado por el fuerte olor de los excrementos, el animal intenta «esconder» su propio olor para hacerse menos perceptible a posibles presas o competidores, según .
Es como si se pusiera un camuflaje de olor ajeno para mimetizarse con el terreno. Para su olfato, no es un hedor, sino un ramillete rico e informativo que cuenta toda una historia sobre otros animales que merodean por la zona.
Una vez, un labrador encontró algo indescriptible en un paseo y se regodeó en ello con una mirada dichosa, como si hubiera encontrado el perfume más caro. Su felicidad no tenía límites, en aquel momento tuve que llevarle a casa esquivando a la gente.
Los zoopsicólogos señalan que este comportamiento es especialmente pronunciado después del baño con champús perfumados. El perro intenta deshacerse del olor «floral» extraño y volver a su «retrato» familiar y natural.
Es casi imposible luchar contra este instinto, pero se pueden controlar los riesgos. La regla principal es no soltar al perro de la correa en lugares donde exista una alta probabilidad de encontrar un hallazgo «perfumado», como cerca de los contenedores de basura.
Algunos dueños adiestran a su mascota para que diga «¡No!» o «¡Aléjate!» cuando ve objetos sospechosos. Esto requiere paciencia, pero ayuda a evitar las consecuencias más desastrosas.
Hay que aprender a estar más atento en los paseos por el bosque y llevar siempre una provisión de agua y una toalla para emergencias. Aceptar este hecho de su vida le ha ahorrado irritaciones innecesarias.
Ahora lo ve como una parte extraña pero integral de su naturaleza canina. Su deseo de camuflarse en su entorno es un tributo a sus antepasados, para quienes esas tácticas eran cuestión de vida o muerte.
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